Chinese Sweet Cake
Más de una vez había escuchado sobre la señora que vende mochis cerca del puente peatonal de las Naciones Unidas. Tenía curiosidad, porque los únicos que había probado eran unos mochis rellenos de una especie de helado, y me intrigaba saber cómo los mantenía fríos en su cooler de icopor bajo el sol.
Caminé desde la calle 6 de Diciembre y subí por la avenida de las Naciones Unidas hasta llegar casi a la Amazonas. El boulevard es un verdadero festín de comida: fritada, arepas, cevichochos, sushi y los famosos mochis. Para mi sorpresa, me encontré con que el puesto de mochis no era solo el de la señora que ya tiene su fama ganada; había otros cuatro o cinco puestos atendidos por migrantes chinos, que con un español muy básico te venden sus famosos “Chinese sweet cake.”
Compré uno de diferente sabor en cada puesto: mango, frutilla, oreo y fréjol. Excepto el de fréjol, todos tenían un relleno dulce de fruta o galleta acompañado de crema batida, envuelto en una masa elástica de harina de arroz. Eran muy diferentes a la idea que yo tenía de mochi: un poco más gordito, sólido y frío. La sorpresa más grata me la dio un puesto atendido por una joven pareja que, además de mochis, vendían sushi. Cuando entre los sabores dijeron “beans,” me acordé de un mochi que había probado años atrás en un restaurante japonés en Nueva York, relleno de helado de fréjol. No se parecía en nada a mi recuerdo de esa experiencia, pero la sorpresa fue interesante. Después de tanto mochi dulce, probar uno que parecía estar relleno de menestra de fréjol fue diferente. No sabría decir si me gustó o no, pero definitivamente fue el único cuyo sabor se quedó en mi cabeza, y del que he tenido ganas de hablar.
Los vendedores de mochis son todos migrantes chinos. La mayoría han llegado a Ecuador hace muy poco, por lo que tienen un dominio limitado del idioma. En español e inglés intentan explicar a sus clientes los sabores que ofrecen. Quise que me contaran un poco más sobre la tradición de los mochis en Asia, pero mi nulo conocimiento de cantonés y su limitado español impidieron nuestra comunicación. Lo curioso es que esta barrera lingüística no representa en lo absoluto un problema para sus ventas; las personas se acercan, una tras otra, a comprar sus mochis. Ni siquiera tienen que competir entre ellos, ya que era evidente cómo, en un domingo de feriado a las diez de la mañana, lo que menos les hace falta son clientes.
Sin embargo, me sigo preguntando por qué este postre es tan popular en nuestra ciudad. Quizás la creciente influencia de la cultura otaku en las nuevas generaciones ha contribuido a que este tipo de postre se haya vuelto tan conocido, y despierte tanta curiosidad. No me declaro una fan de los mochis que probé en el boulevard, pero la experiencia de hablar con quienes lo hacen y que intenten contar su historia, hizo de esta experiencia en la NNUU algo que me gustaría repetir.
(Ojalá para entonces podamos entendernos un poquito mejor en español)
* Si quieres saber más sobre las diferentes variedades de pastelitos de arroz glutinoso, aquí tienes la yapa.